.@NoticiasSER 2020 ::: #Putin y el Estado #POSCOMUNISTA_MAFIOSO…un aparato de #corrupción a inmensa escala, sosteniendo una coalición de #intereses_oligárquicos cuyo origen es, el #desmantelamiento y la #privatización del viejo #aparato_productivo de la #Unión_Soviética. #Jorge_Frisancho.

Esta semana, el gobierno ruso anunció el registro de una potencial vacuna contra el covid-19, a la cual han bautizado como « Sputnik V ». Sobre esa vacuna y sus posibilidades hay en realidad muy poco que decir, más allá de « ojalá » y « ya veremos »: lo recomendable es verla con dosis equilibradas de optimismo y cautela, pues, aunque sería estupendo que funcione y pueda accederse a ella de forma masiva, aún no se han completado las pruebas y se desconoce su eficacia final. En todo caso, no entrará en circulación general al menos hasta enero del 2021, así que estamos con respecto a ella, como con todas las demás candidatas, en compás de espera.

El nombre que las autoridades rusas le han puesto a su proyecto de vacuna no es, por cierto, ninguna casualidad. Es un nombre emblemático. El famoso satélite Sputnik I fue uno de los mayores y más vistosos logros de la tecnología soviética, y su lanzamiento en 1957 dio inicio a la era (y la carrera) de exploración aeroespacial. Fue un hito en la competencia entre la URSS y los Estados Unidos, y marcó por un momento la superioridad de la primera sobre los segundos. Es obvio que Vladimir Putin y sus propagandistas están viendo el desarrollo de la vacuna en esa clave.

Haciendo a un lado las observaciones que se le pueden hacer a esa referencia en términos de su efectividad como propaganda (a fin de cuentas, la URSS ganó la batalla del primer satélite, pero perdió la guerra del desarrollo tecnológico, y acabó colapsando con estrépito), lo cierto es que lo anterior no es ninguna sorpresa. La recuperación en clave nacionalista del prestigio de la antigua URSS como potencia en un mundo bipolar es un anclaje ideológico importante del proyecto político que Putin encabeza, tanto para consumo interno como para su afirmación en el tablero global. Los ejemplos abundan; este homenaje al Sputnik es uno más de ellos.

Más sorprendente resulta, al menos para mí, que haya entre las filas de la izquierda peruana, latinoamericana e internacional quienes comulgan con semejante rueda de molino y crean que alinearse con Putin y con el Estado Ruso actual es una forma de antiimperialismo. Sin embargo, los hay, y esta semana —no por primera vez— se ha visto una cierta efervescencia de tales posturas, especialmente en redes sociales.

Me sorprende no solo porque Vladimir Putin y su proyecto político se ubican a insondable distancia de cualquier idea socialista mínimamente reconocible, sino porque en realidad, lo suyo es más cercano en forma y en espíritu al neofascismo (y no es casual, por eso, que el actual régimen de Moscú encuentre fáciles vías de alianza y colaboración con movimientos de la extrema derecha más hardcore de Europa, ya sea directas o indirectas).

Por un lado, Putin gobierna un aparato de corrupción a inmensa escala, sosteniendo bajo cobertura estatal una coalición de intereses oligárquicos cuyo punto de origen es, precisamente, el desmantelamiento y la privatización del viejo aparato productivo de la Unión Soviética. Se trata de lo que el sociólogo húngaro Bálint Magyar ha definido, en un interesante libro de ese título, como un « estado mafioso post-comunista ».

(Y valga anotarlo entre paréntesis: aunque Magyar se aproxima a ella desde una postura euro-liberal clásica, esa definición tiene también una raigambre marxista. Hace eco de una idea esbozada originalmente en el seno de la Escuela de Frankfurt, en un diálogo entre Herbert Marcuse, Theodor Adorno y Max Horkheimer, quienes intentaron describir el funcionamiento de la esfera política en la Alemania Nazi como un « estado gángster » que combinó la pseudo-legalidad con en el amedrentamiento y el terror para suprimir el disenso, impedir la protesta organizada, establecer una nueva élite y construir estructuras de corrupción. Marcuse, Adorno y Horkheimer terminaron abandonando esa terminología, pero es claro que vuelve a ser útil para el análisis de la situación contemporánea, donde con frecuencia es imposible distinguir entre las operaciones del aparato estatal y las del crimen organizado).

Por otro lado, la ideología sobre la cual se erige y se sostiene el proyecto de ese estado mafioso es, además de radicalmente nacionalista (y de un nacionalismo marcadamente conservador), profundamente reaccionaria. Esa ideología, plagada de nostalgias imperiales y monárquicas, se afilia con lo más oscurantista de la iglesia Ortodoxa. Es reaccionaria desde sus fundamentos intelectuales y lo es también en la práctica, dada a reprimir con ferocidad la protesta social, incluyendo legítimos reclamos populares, y a combatir como cuestión de principio las luchas por la igualdad.

En suma, el proyecto de Vladimir Putin se sitúa en las antípodas de aquella voluntad hacia la emancipación donde la política de izquierda encuentra su razón de ser y su naturaleza, y eso debería bastar para que se le tome con pinzas. Para que se le tome, es decir, con una conciencia clara de que alinearse con él nos obliga a hacer a un lado principios y prácticas demasiado importantes, algo siempre de difícil justificación incluso si se hace en respuesta a necesidades meramente tácticas (que por lo demás nunca lo son, pues no hay táctica sin estrategia, y no hay ninguna de las dos sin consideración ética —si no hemos aprendido eso del siglo XX, compas, no hemos aprendido nada).

Y es que, a fin de cuentas, tampoco es tan evidente que un deseo antiimperialista nos pida mirar hoy hacia Moscú con simpatía. Ese, me parece (y ya lo he dicho antes), es un rezago de la Guerra Fría que poco o nada sirve para entender la situación contemporánea y actuar sobre ella. A diferencia de lo que ocurría con la Unión Soviética, el régimen ruso actual no le ofrece a la hegemonía estadounidense una oposición sistémica: en términos de las contradicciones fundamentales del capitalismo y de su dominio global, se trata de una evolución, no de una crítica. En otras palabras: es más de lo mismo, pero peor todavía.

Lo que este estado mafioso augura no es la derrota del imperialismo o del capital; augura lo contrario, como ha sucedido en Rusia. El autoritarismo que encarna y promueve es una respuesta a la crisis global del sistema, y su expansión en el escenario geopolítico apunta a resolver, no a agudizar, conflictos que bullen hoy al interior del capitalismo. Son conflictos entre modelos distintos de acumulación y explotación, entre élites (por ahora) contrapuestas, entre formas diferentes de articular y gestionar la vida política, pero en ningún caso la consolidación autoritaria se dirige a subvertir la dictadura del capital. En todos, se trata de apuntalarla.

Es lo que ocurre en Rusia, Hungría, Polonia, Turquía, Brasil, Bolivia y muchos otros lugares de lo que hace algunos años hubiéramos descrito como « la periferia ». Pero también en  lo que ocurre en el Reino Unido post-Brexit de Boris Johnson y en los Estados Unidos de Donald Trump, dos proyectos de esencia antidemocrática cuyos intereses convergen con frecuencia con los de Putin o encuentran en su entorno una sustanciosa fuente de financiamiento. Y es lo que ocurriría en una España dominada por Vox, en una Francia bajo Rassemblement national o en una Alemania de AfD.

Ahí, la vida política está evolucionando hacia formas antiliberales cuyo trasfondo es la consolidación del capitalismo patrimonial, generador de cada vez más profundas desigualdades y de un deterioro cada vez más irreparable del tejido social. Esa evolución y no un resurgimiento de la vieja bipolaridad es lo que define la geopolítica en el mundo contemporáneo. Cuando esos procesos terminen de consolidarse —cosa que sucederá, no lo olvidemos, en un contexto de crisis climática planetaria y aguda escasez de recursos materiales— la persistente y álgida disyuntiva entre socialismo o barbarie habrá hallado una respuesta. Y no será, créanme, la que imaginamos darle cuando nos llamamos antiimperialistas por aplaudir a Vladimir Putin.

Opinión
Anti-Putin
http://www.noticiasser.pe/opinion/anti-putin
Foto: Presidencia de Rusia

Diálogos a fondo. Bálint Magyar. Sociólogo y politólogo húngaro

Bálint Magyar: “El Estado poscomunista mafioso utiliza la coerción y monopoliza la corrupción”

Entrevista con el sociólogo y político húngaro Bálint Magyar. Foto: NESTOR GARCIA
https://www.clarin.com/opinion/poscomunista-mafioso-utiliza-coercion-monopoliza-corrupcion_0_OXoqT4K3P.html

Con elocuencia académica, el sociólogo húngaro Bálint Magyar desgrana minuciosamente la compleja trama de lo que llama “Estado mafioso poscomunista”. Así denomina al gobierno autocrático y nacionalista del polémico Viktor Orban, en Hungría. Pero también incluye en esa categoría a Rusia y Azerbaiyán. Sostiene que no tienen ideología y que la corrupción es uno de sus ingredientes ¿Qué es, según su teoría, un “Estado poscomunista mafioso”?

Cuando los políticos analizan los regímenes poscomunistas sólo diferencian lo que tiene que ver con las instituciones políticas, excluyendo de la explicación las dimensiones relacionadas con la pertenencia y la corrupción. Hay intentos autocráticos en muchos países poscomunistas, pero aunque tienen pensamientos similares son diferentes tipos de autocracia. En el caso húngaro la principal motivación es la concentración del poder político y la acumulación de riqueza personal. Cuando Viktor Orbán logró los dos tercios del Parlamento, obtuvo un poder político sin límites que le permitió reformar la Constitución, cambiar leyes electorales y abolir la autonomía de muchas instituciones políticas. La red de patrón-cliente que él establece le da una posición dominante. La corrupción que existe en Hungría no es la forma tradicional, no es simplemente la captura del Estado por parte de los oligarcas, sino la captura de todo el mercado. Toman las propiedades de los empresarios privados por medio de la coerción estatal y recanalizan estas propiedades hacia las “familias adoptadas”.

¿En qué sentido se compara con los métodos de la mafia?

Tanto la mafia clásica como el Estado mafioso se basan en un modelo de familia patriarcal. En el caso húngaro, la toma de decisiones se elimina de las instituciones formales y se traspasa a las informales. La estructura de la élite gobernante no es una clase social, un orden feudal o una nomenclatura. Es una “familia política adoptada”. En esa estructura las relaciones que no son de sangre se transforman en muy similares a las sanguíneas. Para pertenecer a esta élite gobernante es necesario pertenecer al partido oficial, obtener una posición formal en el gobierno.

¿El estilo “Don Corleone”…?

Si, se parece a la mafia clásica. La mafia clásica no tiene poder público, autoridades públicas, y si es necesario recurre a la violencia. En un Estado mafioso controlan la autoridad pública y utilizan los medios no violentos de supresión y coerción. Monopolizan la corrupción, como la mafia en su campo, pero en el caso del Estado el “campo” es el país mismo.

¿Qué países definiría como “Estados mafiosos”?

De los países pos-soviéticos dentro de la Unión Europea, ubicaría a Hungría. Si bien hay mucha corrupción en Bulgaria, Eslovaquia y Rumania, no tienen ese monopolio del Estado que tiene Orbán. Y eso es una precondición para establecer este tipo de pirámide. Fuera de la UE, citaría a Rusia y Azerbaiyán. Polonia tiene una autocracia, pero es conservadora.

¿Qué ocurre con las elecciones como condición democrática?

En estos países las elecciones no tienen que ver con elegir entre diferentes políticos, sino en cómo redistribuir la propiedad de lo obtenido. La oposición nunca puede ganar. El partido dominante siempre obtiene la mayoría. Lo esencial en las elecciones es si uno puede salvar el monopolio de poder, porque la alternativa es terminar en la cárcel. Por cualquier medio tienen que permanecer en el poder. Los “clientes” de estos gobernantes se ven comprometidos en diferente nivel. Al asociarse a estos gobiernos, muchos de ellos están cometiendo diferentes delitos. Si pierden el poder, se les va a quitar esa propiedad y serán encarcelados.

¿Qué papel juega la ideología?

La forma tradicional en que hablamos de ideología no explica lo que está ocurriendo. En los Estado mafiosos aplican la ideología para su beneficio. No tienen principios. Combinan diferentes ideologías, pensamientos. La coherencia de la aplicación de estas diferentes ideologías es si les sirven, si les son útiles.

¿Qué sucede con la población, cómo reacciona?

Hay un 10% o 20% de la población que cuestiona, pero el resto no tiene una posición autónoma. Por eso hablo de esta relación de dependencia, de patrón-cliente. Cuando uno destruye, socava los partidos de oposición, se destruye la integridad moral existencial. Cuando los partidos de la oposición se ven desacreditados de manera institucional, ideológica, no hay una alternativa real para el votante. Además, presentan la situación deformada: si no está el partido dominante en el poder, habrá un caos total. La esencia de esta relación patrón-cliente es que la población también es chantajeada o amenazada en cierta forma. Y también se ve acompañado de una política nacionalista.

La Unión Europea los cuestiona,pero termina aceptándolos…

Antes la Unión Europea era una comunidad de países que compartían los mismos valores, pero ahora estos intereses tienen que ver con los intereses geopolíticos. En circunstancias normales países como Hungría serían excluidos. Toleran a estos regímenes para poder formar una zona de protección que contenga la influencia rusa. Y gobiernos como el de Orbán chantajean a la UE diciéndole que si no son amigable, pueden venir los rusos. 

Señas particulares

Formado como sociólogo e historiador, Bálint Magyar inició su carrera política como activista en el movimiento opositor al régimen de Hungría. Figura clave en las negociaciones para una transición pacífica a la democracia entre 1988 y 1990, fue miembro fundador y luego presidente de la Alianza de Demócratas Libres. Fue diputado nacional y sirvió dos períodos como Ministro de Educación. Vino a Buenos Aires invitado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), para disertar sobre autocracias poscomunistas.

http://ceupress.com/books/html/Post-Communist_Mafia_State.htm

Laisser un commentaire

Propulsé par WordPress.com.

Retour en haut ↑